El Hierro

Foto de archivo de David Cabrera, presidente de Asamblea Herreña.

Por David Cabrera.

El Hierro necesita mirarse al espejo con valentía. Necesitamos, como pueblo, asumir algo incómodo: nuestra generación ha fracasado. Hemos hipotecado presente y futuro en aras de un politiqueo infantil, complaciente, que ha preferido premiar la mediocridad y la docilidad antes que el talento, el esfuerzo o la capacidad transformadora. Y mientras tanto, nuestra isla se apaga poco a poco, convertida en un esperpento del sentido común y de la vecindad.

El hacer isla jamás fue dejarse arrastrar por inercias externas ni por el interés de pequeños grupos que confunden lo público con su feudo. Hacer isla es educar a nuestros hijos para que asuman el relevo de lo que nosotros fuimos incapaces: dotar de dignidad y de ambición al proyecto político y social herreño. Porque El Hierro o se defiende a sí mismo con decisión o queda condenado a la irrelevancia.

No podemos seguir fingiendo que hay voluntad real en un Cabildo donde se detonan las energías en cálculos menores y alianzas de servilismo. No podemos resignarnos al canibalismo de las buenas intenciones, a que todo lo que supone incomodidad sea automáticamente silenciado. No. El futuro exige coraje, y coraje significa tomar decisiones que hoy no convienen a unos pocos, pero mañana darán vida a todos.

Hace años que decimos lo que necesitamos, con una hoja de ruta clara y concreta. No son sueños. Son deberes de supervivencia insular, son las bases mínimas de un proyecto de dignidad:

Embellecer nuestros pueblos y dejar de resignarnos a la fealdad de lo improvisado.

Apostar por consumir y cultivar lo nuestro, con un producto gourmet que convierta lo local en riqueza y orgullo.

Extender la red de riego a toda la isla para que cada cultivo sea posible.

Crear becas de 1.200 euros mensuales para que al menos cien estudiantes herreños accedan cada año a las mejores universidades y posgrados del mundo.

Potenciar un hospital de diagnóstico digno de este siglo.

Ampliar y culminar las residencias de mayores que nos urgen ya.

Completar de una vez el anillo insular que integre todo nuestro territorio.

Tratar la basura para que deje de ser un pasivo y pase a generar riqueza.

Apostar por un turismo sostenible, de calidad, que tenga en la gastronomía el reflejo vivo de esta naturaleza única, reserva de la biosfera.

Estas no son promesas de campaña. Son compromisos reiterados, urgencias postergadas, medidas que llevan años en el cajón porque nunca hubo mayoría suficiente… ni tampoco voluntad suficiente.

La pregunta, herreñas y herreños, es simple: ¿vamos a permitir que siga pasando el tiempo mientras los serviles protegen su pequeño poder y nosotros seguimos empantanados? ¿Vamos a permitir que otra generación crezca sin rumbo, sin oportunidades de excelencia, sin un campo valorado, sin un turismo que premie lo auténtico?

Ha llegado el momento de la vergüenza, pero también de la esperanza. Vergüenza de quienes, leyendo estas líneas, saben que han vivido de retrasar, de frenar, de desanimar, de sofocar las ilusiones de un pueblo. Y esperanza en que nuestros hijos puedan ser mejores que nosotros, si desde hoy empezamos a sembrar con coherencia lo que ellos deberán cosechar.

El Hierro tiene futuro, pero no lo alcanzaremos con atajos ni servilismos. Lo alcanzaremos con un insularismo firme, decidido, orgulloso. Porque hacer isla es la única salida política y social que nos queda. Y porque todavía estamos a tiempo, si nos atrevemos, de que no nos recuerden como la generación del fracaso, sino como la que reconoció sus errores y entregó el relevo con dignidad.

David Cabrera, presidente de Asamblea Herreña.

DÉJANOS TU COMENTARIO

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *