[Fig. 1] Atribuido a Marcos Padrón Machín, Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Concepción, detalle de un frente de altar del mismo templo, fin. s. XVIII-inicio s. XIX, Valverde (Foto: Cristina de Andrés Mora).
Ana Ávila*
Entre 1755 y 1769 se construye la nueva iglesia parroquial de la isla del Hierro, siendo crucial el año 17651 [Fig. 1]. Una inscripción al pie del campanario (1819) da la mencionada fecha como límite de ejecución: Se fabricó/ esta Parroq(u)ia/ y concluyó/. Año de 1765/ a costa de to/dos los vecin(os)/ de esta Ysla. Se debieron prolongar las obras unos cuantos años más, pero la estructura ya estaría levantada por ese año, incluso, tal vez, también techada.
Se puede considerar la nueva parroquia una labor colectiva de todos los herreños, quienes hicieron aportaciones monetarias y en especies según sus posibilidades. Además de las importantes sumas proporcionadas por el obispado, un papel destacado corrió a cargo del cabildo o ayuntamiento insular y de miembros de la élite social y económica de la isla residentes en la capital, Villa del Hierro o Villa de Valverde, como se solía mencionar. Uno de estos fue el capitán Juan de Ayala Barreda, a través del cual podemos conocer nuevos datos sobre la iglesia2 [Fig. 2]. Se trata de un hijo del capitán Pío de Espinosa y de María de Espinosa (o González) Barreda, nacido el 21 de mayo de 1699, teniendo por padrino al alférez Miguel de Brito, escribano público3. Contrajo matrimonio con Lucía Martel Espinosa, hija del capitán Sebastián Padrón Arteaga y Petronila Espinosa Martel, quienes tuvieron a los siguientes hijos: Pío José, Sebastián, Miguel y Ángel4. En segundas nupcias lo haría el 22 de julio de 1753 con Francisca de Magdaleno, hija del capitán José de Magdaleno (difunto) y de María de Acosta Padrón5. Con esta tuvo varios hijos, entre ellos a Francisco Antonio Matías (24 de febrero de 1762), quien se dedicó al sacerdocio y fue canónigo y último comisario del Santo Oficio6. Juan de Ayala Barreda falleció el 8 de octubre de 17767, dándole tiempo a ver finalizada la obra a la que tanto apoyó: la iglesia parroquial de su isla, situada cerca de su vivienda, al residir en una casa de la calle del Naranjero8.
[Fig. 2] Firma de Juan de Ayala Barreda, junto a la del escribano Esteban Fernández Payba, en la Lista de la compañía del Malpaís, revistada por el capitán…, 1764, Las Palmas, Gran Canaria, Centro de Documentación del Museo Canario, MC/CFA 14407, fol. 5v.
Siendo alcalde mayor, Juan de Ayala fue uno de los firmantes del voto de la Virgen de los Reyes (29 de enero de 1741), cuando figura como teniente de una de las compañías de Milicias. Desde el 16 de junio de 1742 -por despachado expedido por el rey en Aranjuez- fue comandante (o gobernador de las Armas) de la isla del Hierro, estando adscrito como capitán a la compañía de Milicias de Malpaís. Tenemos constancia documental de la alta estima que le conferían desde la administración del señorío de la isla y la comandancia general de las Canarias. Hombre profundamente religioso, fue alguacil del Santo Oficio y tuvo la primera iniciativa (1745) de construir una ermita en Sabinosa, la que hubiese dedicado a Nuestra Señora del Pilar. Prácticamente un mes antes de morir, fue uno de los firmantes de la constitución de la Real Sociedad Económica de Amigos del País (9 de septiembre de 1776), coincidiendo con la visita pastoral del obispo Juan Bautista Cervera.
Comenzadas las obras de la nueva iglesia parroquial en 1755, diez años más tarde aún no se había techado totalmente. Juan de Ayala consideraba perentoria su finalización para homenajear al Santísimo como se merece. Si para la grandeza de las personas se levantan palacios, dice, es más justo que se haga “al Rey de reyes y al Señor de señores y de todo lo creado”. En la construcción sin acabar, el cuerpo de Cristo se encontraba en un espacio provisional, una crujía que servía de sacristía.
Por otra parte, en el mediodía del Sábado Santo de mayo de 1765 se había producido un grave accidente en la obra. Dadas las inclemencias del tiempo, hubo que levantar una estructura -un tinglado de madera y teja, dice la documentación- que cubría el coro y una de las capillas. No sabemos exactamente en donde este se situaba por entonces, probablemente no a los pies, como en la actualidad, pero lo cierto es que ese armazón se vino abajo súbitamente. En ese momento habían abandonado el templo, aún en obras, como hemos dicho, algo más de doscientas personas, entre las que se encontraban los frailes del convento, que habían bajado a dar las pascuas a los eclesiásticos. De no ser así, dice Juan de Ayala, “pudo suceder una desgracia, el no quedar en esta isla vivos”. Sin duda es una conclusión bastante atrevida, ya que una estadística de 1768 da al Hierro 921 vecinos, es decir, unos 3.579 habitantes, de los cuales 133 lo eran de Valverde (alrededor de 500 habitantes).
El percance destruyó el coro –“se hizo pedazos”- y sus sitiales, también una cruz de plata, afectando gravemente a la capilla de Nuestra Señora del Carmen. Se derrumbó el altar donde se encontraba la imagen titular en su nicho, pieza que se cayó al suelo: si alguien “hubiese visto como yo a mi señora del Carmen vuelto su nicho hacia abajo y su santísimo hijo expuesto en medio de aquel pavimento era para caerse muerta cualquier persona compasiva” (Juan de Ayala). Había una gran devoción a esta virgen, cuya cofradía se erigió en 1710; responsable del ingreso de una imagen con esta advocación en 1724 fue Antonio Padrón Guadarrama, mayordomo de la cofradía, quien solicita ser enterrado junto con su mujer delante de su altar. Creemos que se trata de una escultura diferente a la actual, de vestir, que consideramos del último tercio del siglo, probablemente de importación.
Una imagen que se destruyó en el acto fue la de San Cayetano. El italiano Cayetano de Thiene (1480-1547) fue ordenado clérigo en 1516, nombrado por el papa Julio II protonotario apostólico y más tarde convertido en cardenal, siendo canonizado en 1671 por el papa Clemente X. Es el fundador en Roma de la Congregación de los Clérigos Regulares (1524), más conocida como orden de los Teatinos. A pocos años de ser nombrado santo se introdujo su imagen en la iglesia parroquial del Hierro, la cual dispuso de un altar independiente vinculado a la hermandad del Santísimo Sacramento, al lado derecho del altar mayor, sin que nadie en particular tuviera derecho sobre el mismo, tal como se puntualiza en el Libro de instrumentos de la hermandad el 21 de octubre de 1674:
(...) luego su merced propuso que se pretende traer un bulto de San Cayetano y que se pide se le dé lugar en la capilla de esta hermandad donde se le haga un altar particular para el dicho santo y todos los hermanos unánimes y conformes dijeron que han por bien se haga dicho altar sin que se pretenda haber dominio ninguno ninguna persona y si lo tal se pretendiere se pueda alzar esta hermandad con dicho santo y bulto9.
Al menos desde 1705 San Cayetano tenía cofradía y prueba de la devoción que le dispensaban los herreños es la frecuencia de su nombre entre ellos. La imagen se encontraba en 1719 colocada en el lugar de honor del altar mayor, junto con la Virgen de la Concepción, en el centro, y el Niño Jesús, en el lado opuesto, coronada por una diadema de plata, disponiendo de andas de madera policromada. En esta situación permaneció varios años. El beneficiado y vicario Cayetano Padrón de la Barreda encargó misas a su santo patrón, como era lo propio, tal como se documenta, por ejemplo, en 1733.
Ya en su momento, nos extrañó que la escultura de San Cayetano hubiera desaparecido de la documentación, también que su lugar fuera suplantado por Santa Catalina de Alejandría. Ahora comprendemos el por qué, es decir, ya no existía, y no nos sorprende que el velo de tafetán carmesí que se menciona en un inventario de 1719, en el de 1766 se notifique como “consumido” (desaparecido), es decir, al año siguiente del derribo10. Pero no fue lo único que se perdió, pues el capitán Juan de Ayala habla de la destrucción de “algunas alhajas más” que estaban en la capilla.
Ambas circunstancias, es decir, la cuestión del culto al Santísimo y el derribo, empujaron a Juan de Ayala a tomar una decisión: dimitir como gobernador de las Armas y dedicarse en cuerpo y alma a la finalización de las obras (“para una empresa como esta me es muy preciso quedarme libre de todos cuidados”). Se trataba de un asunto de urgencia (“requiere no perder ningún tiempo”) y ante escribano se obliga con su persona -a pesar de su senectud, indica11-, y sus bienes, aunque confiese que son cortos sus caudales. Su empeño, según sus propias palabras, era la cubrición de las tres naves, de una longitud de 38 varas y media12, debiendo estar ya techado el transepto. Y había que hacerlo con premura y con tanta perfección que diera lugar a una obra que acompañara a “un crucero tan hermoso” y a un frontispicio (fachada principal) “que en las islas no lo hay mejor de presente”. Esta solicitud formulada a la administración del señorío es de 14 de mayo del referido 1765, cuando figura como comandante general de las Islas Canarias, Domingo Bernardi y Gómez Rabelo, marqués de la Cimada, un gaditano muerto en Santa Cruz, Tenerife, en marzo de 1767, al poco de jurar su cargo.
Para la obra, Juan de Ayala había reclamado a especialistas de fuera de la isla, un maestro y tres oficiales, sin obviar los residentes, obligándose a proporcionarles mesa y cama. Además, se desprende de madera que tenía en su casa. Todo, por defender su fe, como él mismo precisa, con todas las fuerzas que tuviere. Las obras se llevaron a cabo, tal como pretendía. Así, en las cuentas de fábrica, desde 1 de abril de 1765 a junio de 1769, se menciona la cifra de 4.500 reales entregados al capitán Juan de Ayala “para el pagamento de los oficiales de carpintero que techaron las tres naves de la Iglesia por orden de dicho alcalde mayor”13.
Desconocemos si el capitán Juan de Ayala fue dispensado por la comandancia general de las Canarias de sus obligaciones para con la defensa de su isla o retornó a sus cargos, pues lo cierto es que el 20 de septiembre de 1769 en la Plana mayor del regimiento militar figura él mismo, en su condición de comandante o gobernador de las Armas, junto con el capitán a Guerra, el II marqués de Bélgida, Pascual Benito Bellvís de Moncada y Pizarro, conde de La Gomera y señor del Hierro.
Juan de Ayala Barreda fue testigo, y promotor, del inicio de la reconstrucción de la iglesia parroquial del Hierro, pero, fallecido en 1776, tuvo tiempo para ver la finalización de las obras. Tal vez esas prisas que perseguía el capitán con tanto ahínco y la pretensión de levantar una obra de tal envergadura, que compitiera con otras iglesias insulares, como él mismo resalta con la frase que encabeza este artículo, hizo con el tiempo peligrar su propia estabilidad. Lamentablemente, la idea de que en una construcción debe primar su pervivencia obviando su originalidad llevó hacia 1937-1938 a una desafortunada intervención tanto en las cubiertas como en las columnas de cantería, ante la que aspiramos que en algún momento se afronte de alguna manera su reversibilidad. Sería espectacular que se lograra y que los herreños pusieran en ello tanto empeño como el demostrado por Juan de Ayala.
1 Ana Ávila, Isla del Hierro. Patrimonio artístico-religioso, Islas Canarias: Gobierno de Canarias-Valverde: Ayuntamiento de Valverde, 2012.
2 Papeles tocantes a la dimisión del comandante de Armas del Hierro que hizo don Juan de Ayala Barreda/Año de 1765 (Las Palmas, Centro de Documentación del Museo Canario, AMC/ACFA, 145004).
3 Archivo Parroquial de Valverde, Bautismos, 3b, nº 382.
4 Índices de los protocolos pertenecientes a las escribanías de la isla de El Hierro, La Laguna: Instituto de Estudios Canarios, 1974, 40, nº 250.
5 APV, Matrimonios, 4, fol. 50v.
6 APV, Bautismos, 3d, fol. 68. Los datos de su actividad corresponden a una nota manuscrita de Anatolio de Fuentes García-Mesa (1879-1975) en su copia, seleccionada, de los primeros libros de bautismo, fol. 13 (Santa Cruz, Tenerife, Archivo María de los Reyes Pérez Castañeda).
7 APV, Defunciones, 2, fol. 22v.
8 Censo de El Hierro de 1771, ed. de Julio C. Vera (Los Ángeles: Julio C. Vera), 2018, 41). En este año residía con su hijo Juan Bautista, de 12 años, y su criado Sebastián, de 14.
9 Ávila, Isla del Hierro. Patrimonio artístico-religioso, 240.
10 Ávila, Isla del Hierro. Patrimonio artístico-religioso, doc. XX.
11 En esos momentos tenía 66 años.
12 La iglesia mide desde la fachada hasta el crucero inclusive, 41,90 mts., según un plano que se conserva en el Archivo Diocesano de La Laguna. Las 38 varas y media equivaldrían a 32, 417 mts, por lo que el documento debe referirse a la longitud de las naves hasta el arranque del crucero, que probablemente ya estaría techado.
13 Ávila, Isla del Hierro. Patrimonio artístico-religioso, doc. X.
*Profesora Titular de la Universidad Autónoma de Madrid.