En el camino de la historia: Suenan tambores de guerra

Juan Jesús Ayala (Filósofo).

Por Juan Jesús Ayala (Filósofo).

En Europa se  percibe y  se notan determinados zarpazos electorales en partidos políticos a los que se  les cuestionan sus actitudes políticas que arrumban hacia una escala de desconcierto organizativo donde soterradamente existe pugna por determinar quién es el que más tiene de compañero de viaje a la corrupción.

La corrupción es inherente a la condición humana y más aún cuando existen acciones  de poder  que hace, se actúe  de manera  despótica, sin contar con las reglas mínimas que engrandecen la democracia, donde la norma fundamental es respetar al otro para  que  el sistema se fortalezca.

Se podrá pensar que estamos en una época de corrupción política que han traído los descalabros históricos: y no serán los últimos, la historia significa y relata  caída de gobiernos; y, tan es así, que muchos han hecho carrera política denunciada la corrupción,  como  lo hiciera en su época Cicerón, con sus discursos atinados y centralizados en la denuncia que hizo remarcando que los escándalos sobre la corrupción  se pueden estirar hasta el infinito.

En el ámbito político del Estado español tenemos claros ejemplos que están en la memoria de todos que han dado con gobierno,  que parecían ejemplares y al final la corrupción  oxidó los engranajes de sus discursos y actitudes, cayéndose sobre  si mismos, por su propio peso.

Y la cuestión estriba como se pudiera, al menos, atemperar comportamientos sin que suenen tambores de guerra, sin que se  marque  el disimulo y la mentira como  formas de actuación.

Llegará un momento que la situación sea tan agobiante que el pensamiento se enrocará de tal manera que los goznes de las puertas de los gobiernos se romperán donde Ministerios; Secretarias de Estado, Presidentes de Diputaciones e infinidad,  de asesores motivarán, si esa cuestión llegará como final, la pregunta.

¿Estamos en una era de  corrupción? ¿O esta ha sido una disponibilidad  transitoria  de gobiernos ya cansados de soportar insidias donde si  la corrupción pudiera crecer exponencialmente desde  el pódium del poder o, por el contrario, emerge desde los ciudadanos a los políticos?

Tanto uno como los otros afectan a la esencia de la democracia, ya Rousseau  manifesta  “que no hay  libertad sin ley ni donde alguno esté por encima de ella”

Son muchos los que alimentan el germen de la corrupción que termine gangrenando el sistema democrático, siempre influenciado por el clientelismo de aquellos que entienden la  política como una profesión más;  y que cuando dejen de estar  iniciarán el camino del ostracismo de un poder concluido. Mientras  que otros aprovechándose  de esa opción tejen un sistema clientelar donde es difícil  donde comienza el hilo de una enorme madeja que terminará deshilachándose, tocando entonces arrebato donde cada cual buscará la salida más propicia que no deje jirones  cuando comiencen a sonar tambores de guerra.

Como  los barruntos, se acentúa que la corrupción no es una anécdota, sino un fenómeno que afecta de manera irremediable al sistema de convivencia que nos hemos dado, la democracia. Preconiza Javier Tusell “la corrupción rompe frontalmente con la idea de igualdad  de los derechos de las personas y  en consecuencia pervierte el pacto social”.

Y lo mejor sería no se llegará a tamaño dislate y menos aún que los  tambores de guerra aprendan a enmudecer.

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