Crónicas pretéritas: Noviembre mes de los santos, las castañas, las nueces, de las muertes de cochino y las tafeñas

Donacio Cejas Padrón. GMº.

Por Donacio Cejas Padron.

Entre los meses del año, en tiempos pasados, era posiblemente el mes de noviembre en nuestro pueblo, uno de los que más acontecimientos locales ocurrían durante sus treinta días, en primer lugar, no había baile en los casinos por normas eclesiásticas, pero si  se celebraban con gran regocijo en todas las casas las familiares tafeñas, que se iban sucediendo cada día y así podían invitarse a familiares y vecinos, y en la zona de Frontera, no faltaba en ninguna la presencia del párroco,  lo mismo sucedía con las muertes de cochino que era un acontecimiento familiar anual, y que congregaba a familiares y vecinos, e incluso de algunos que residían en otros pueblos, las personas de mi época recordamos con mucha  nostalgia aquellas reuniones, que por razones de otro estilo de vida ya no se repiten. Ahora son las asociaciones de vecinos, algunos partidos políticos, y sobre todo La Cooperativa del Campo de Frontera los que organizan las tafeñas, la de La Cooperativa de ámbito insular, recibe gran cantidad de personas para degustar las castañas, una suculenta cena, y al mismo tiempo ofrece vinos nuevos de reciente elaboración este mismo año, ya se ha consolidado esta celebración como un referente festivo de nuestra isla.

Por esta época era temporada de recolectar las castañas y nueces, y mis abuelos Donacio y Catalina, propietarios de unas hermosas parcelas en La Hoya Grande y La Hoya Pequeña, con gigantes castañeros y nueceros, se pasaban varias semanas dedicados a su recolección, pues para su modesta economía era muy determinante la cosecha de nueces y castañas, los recuerdo ya ancianos y con precaria salud recogiendo los erizos y las nueces bajo aquellos grandes árboles, incluso lloviendo, protegidos con un saco a sus espaldas, y cargando su burrito diariamente para traerlas para su casa en Los Corchos, allí las tendían en la azotea o dentro de la misma casa en el piso, y después se desplazaban a El Pinar, Sabinosa y El Barrio a cambiar estos frutos por higos pasados, granos, pescado salado, sal, papas etc., Todavía recuerdo sus encorvadas figuras y su sacrificada existencia, su lucha incesante para poder sobrevivir en aquellos tiempos de tanta precariedad, y  naturalmente que cada día es mayor mi admiración  por aquellos seres tan cariñosos y amables para nosotros sus nietos, que seguramente entonces no sabíamos apreciar. Hoy, cuando mis nietos se me acercan a besarnos y darnos cariño, pienso inmediatamente en aquellos abuelos tan especiales que igualmente nos recibían siempre con una sonrisa y un halago, y siempre tenían algún regalo que ofrecernos.

Mi hermano y yo, que crecimos al cuidado de nuestros abuelos Francisco, Donacio y Catalina, tenemos en ellos la mejor muestra y ejemplos a seguir, y por eso también ofrecemos a nuestros nietos todo el cariño que podamos darles.

Era noviembre también el tiempo de probar los vinos nuevos, y de cavar las papas de Nisdafe, recuerdo el frío que pasábamos en La Tierra que Suena y en El Charquillo cuando con nuestro abuelo subíamos a cavar las papas, madrugando tanto que llegábamos a la tierra todavía sin amanecer, subiendo El Risco de Jinama a la luz de un humilde farol de petróleo, mi abuelo subido a su burro que nosotros llamábamos Maceo, y mi hermano y yo caminando al pie, si bien es verdad que normalmente se subía en grupos  de vecinos, siempre recuerdo como mi hermano y yo oíamos y casi ni entendíamos las conversaciones muy animadas de los mayores.

Ya en estas fechas se habían realizado todas las vendimias en El Golfo, y los vinos empezaban a aclararse  como se decía entonces, pronto se ponían en limpio y comenzaba la exportación a las islas mayores y curiosamente a La Gomera, había una familia herreña radicada en San Sebastián, D. Agustín Méndez y posiblemente era el mayor exportador de vino a esa isla, lo recuerdo recorriendo las bodegas de El Golfo concertando con los cosecheros los precios del vino, mi abuelo Francisco que era un notable propietario de viñas  casi siempre se lo vendía a D. Agustín. Tenía mi abuelo una de las mejores bodegas y lagar situadas en El Hoyo, y lamentablemente las autoridades herreñas del momento, a quienes se les ofreció reiteradamente el deseo de que fueran adquiridas estas instalaciones por organismos oficiales, para que pervivieran en el tiempo  no tuvieron la sensibilidad necesaria a que estaban obligados  y fueron  compradas por unos extranjeros que no le prestaron ninguna consideración y desaparecieron, hay cosas en la vida que no se pueden entender, algo parecido pasó con la bodega y el lagar de tío Matías en Tigaday, cuando yo veo con frecuencia el afán de nuestras autoridades para conservar restos y vestigios de la civilización guanche haciendo incluso grandes  inversiones económicas, mientras dejan perder  elementos tan importantes del patrimonio insular como estos ejemplos que he puesto, me cuesta mucho resistirme a no censurar tal comportamiento, tal indolencia.

Las castañas y las nueces  eran usadas mayoritariamente para la elaboración de las morcillas, y por lo tanto eran muy solicitadas, pero también algunos vecinos como mis abuelos vendían las nueces para la exportación , con esos ingresos mejoraba un poquito su precaria economía, pero siempre guardaban en una barrica las nueces suficientes para llenarnos los bolsillos cada vez que llegábamos a su casa de Los Corchos, por cierto ya vendida a gente de fuera por  sus descendientes.

No es fácil hacer un diagnóstico, dar una explicación, de como va cambiando la vida de los pueblos, pues cada generación tiene sus peculiaridades, sus necesidades y propósitos, pero aun así me atrevo a opinar con toda la prudencia necesaria, lo fácil que le resulta a las generaciones del presente deshacerse, vender, el patrimonio heredado de sus ancestros sin ninguna atención ni consideración, sin tomar en cuenta para nada el sacrificio que pudo haber significado para ellos lograr tal patrimonio. Cosas de la vida.

Me comentaba una amiga recientemente que ha mandado poner una nota marginal en el asiento del registro de la propiedad  correspondiente a un inmueble heredado de su padre, quien a su vez lo había heredado del suyo, que tal inmueble no pueda venderse por espacio de cincuenta años a nadie que no sea del grupo familiar, su comentario me ha movido a una profunda reflexión…………

DÉJANOS TU COMENTARIO

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *