¿Qué comemos?

Por Luciano Eutimio Armas Morales.

En un viaje reciente coincidimos con un matrimonio americano de procedencia mexicana, con el que mantuvimos una amplia y distendida conversación sobre la actualidad en Estados Unidos y en Europa tras la irrupción tempestuosa de Donald Trump, y sobre el american way of life comparado con el europeo. 

Le comentaba que un dato que me parecía un poco sorprendente, es el de que la esperanza media de vida de los americanos era muy inferior a la de los países de Europa e incluso de algunos países de lo que llamamos tercer mundo. ¿Por qué los americanos, de media, viven bastante menos que los europeos?

Yo le dije que quizá podría ser atribuido al sistema sanitario, porque en casi todos los países de Europa la sanidad es universal y gratuita aunque algunos países establecen copagos en ciertos casos, pero en Estados Unidos la sanidad es privada y de pago, con costosos seguros privados en unos casos, y sin seguro ni cobertura sanitaria en una parte de la población, unos veinte millones de ciudadanos, en su mayoría negros y latinos.

Muchos ciudadanos en Estados Unidos enferman y mueren porque no pueden costearse el tratamiento de su enfermedad o accidente, y algunas familias se arruinan para poder pagar sus gastos sanitarios, y al final, muere el enfermo o el accidentado. Mientras, en Europa puede recibir asistencia médica, hospitalaria o quirúrgica gratuita, y sobrevivir, le decía yo.

El americano miró para mí sonriendo, y me contestó:

  • ⁃Bueno, esa es efectivamente una de las razones de las diferencias de esperanza de vida entre Estados Unidos y Europa, pero hay otra no menos importante: la alimentación. En Estados Unidos, aproximadamente el 41,% de la población tiene obesidad, (IMC superior a 30), y un 32,% tiene sobrepeso, (IMC superior a 25). En total, las tres cuartas partes de los americanos tienen sobrepeso u obesidad, con las consecuencias negativas que eso tiene para la salud.
  • ⁃En Europa, en cambio, -continuaba el americano su documentada disertación-  En Francia, Italia o Suiza, la obesidad afecta a un 11,% de la población, y en el caso particular de España, en un 15,%. Muy lejos de los porcentajes en los Estados Unidos.
  • ⁃Mira, -continuaba su razonamiento- tenemos un matrimonio amigo que tiene una casa en Malibú, -Un condado de Los Ángeles, a la orilla del mar- que es una verdadera mansión, y que cuenta con una cocina equipada con los más modernos electrodomésticos, y tiene unos ventanales enormes con vistas a la playa. ¿Y sabes qué? En la casa tienen jardinero, que cuida también de la piscina, asistentes del hogar para la limpieza y cuidado de la casa, pero no tienen cocinero. Se pasa hasta un mes, me han dicho, y en esa cocina no se prepara de comer, porque lo resuelven comiendo en restaurantes, o solicitando pizzas, hamburguesas y otras comidas preparadas.

En ese momento me vino a la mente la afirmación de Juan Roig, presidente de Mercadona, que dijo que en veinticinco años las cocinas desaparecerían de las casas, porque la gente comería a base de comidas preparadas, y prescindir de la cocina supondría un ahorro de tiempo y de superficie.

Y me viene hoy esto a la mente, porque casi toda la prensa ha publicado los datos de un estudio de la revista científica The lancet, que alerta sobre como “los alimentos ultraprocesados han colonizado nuestra nevera, y de cómo este cambio de paradigma alimentario está erosionando la salud global”, y claro está, que esta situación está provocada por el afán de lucro de grandes multinacionales.

Estos alimentos en realidad no son comida, sino productos industriales que estimulan el apetito de manera artificial y resultan baratos y sabrosos, cuyo consumo es estimulado con campañas promocionales y publicidad subliminal, y tienen además capacidad adictiva. 

Contienen normalmente exceso de azúcar y grasas saturadas poco saludables con reducido contenido de fibra y de proteínas, utilizando por ejemplo productos de bajo coste y nocivos como la grasa de palma, para hacer lonchas de queso para sandwhiches, y las consecuencias de un consumo excesivo de estos alimentos, está asociado a la obesidad, la diabetes, a enfermedades cardiovasculares y a algunos tipos de cáncer.

La capacidad de penetración en los mercados de estos productos se basa en tres puntos de apoyo: unas campañas publicitarias y estrategia de marketing muy elaboradas y costosas, (El presupuesto de la publicidad de Coca-Cola en 2024 fue casi el doble de todo el presupuesto de la Organización Mundial de la Salud), en la manipulación de la opinión pública son la estrategia de generar dudas sobre los criterios o estudios científicos, y quizá la más determinante: un fuerte lobby político que influye en las regulaciones legales tanto en Europa como en América.

El afán de lucro de poderosas multinacionales como Nestlé, Heinz, Coca-Cola, Danone o Mondelez, promocionan también campañas de desinformación, para tratar de rebatir con estudios seudocientíficos toda la evidencia real de los perjuicios para la salud de ese tipo de alimentos. Pero esto no es nada nuevo.

En los años 40 y 50, diversos estudios científicos alertaban sobre los efectos del tabaco en cáncer de pulmón e infartos, pero las potentes campañas de publicidad y desinformación de las tabaqueras y el poder de los lobbies, diluían el efecto de esos estudios científicos, hasta que un informe concluyente publicado en 1964 del gobierno federal de Estados Unidos sobre asuntos de salud pública, establecía de manera concluyente un nexo entre el consumo de tabaco y el cáncer de pulmón. Y fue a partir de ese momento, cuando los gobiernos comenzaron a tomar medidas disuasivas sobre el consumo de tabaco.

Y lo mismo ocurrió con los insecticidas como DDT, que las grandes multinacionales que lo comercializaban, como Monsanto o Bayer, negaban sus efectos como probable cancerígeno, hasta que, tras un estudio de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, se prohibió su comercialización en este país en 1972.

¿Y qué decir de los CFC?, (Gases clorofluorocarbonados). También diversos estudios científicos alertaron, durante muchos años, del efecto nocivo de los gases CFC utilizados en refrigeración y aerosoles, que al destruir la capa de ozono que nos protege en la alta atmósfera de los efectos de los rayos ultravioleta, provocan cáncer de piel y cegueras. Después de mucha polémica por las campañas de desinformación que hacían las multinacionales, fueron definitivamente prohibidos en el Protocolo de Montreal de 1987.

¿Y lo del cambio climático? Has ya sobradas evidencias científicas, además de ser de sentido común, que la utilización de combustibles fósiles está provocando un incremento de los gases de efecto invernadero en la atmósfera. Actualmente, la concentración de CO₂ en la atmósfera es de 425 ppm. Pero hay que tener en cuenta que, al inicio de la era industrial, siglo XIX, era de 280 ppm. y que, aunque históricamente ha oscilado, este nivel de 425 ppm. no se daba en La Tierra desde hace cinco millones de años.

¿Y qué está ocurriendo? Que los intereses de las grandes multinacionales del petróleo y de los lobbies industriales asociados, utilizando a los grupos de presión y a los cabilderos, tratan de desmentir sus efectos con campañas de desinformación, a pesar de todas las evidencias. Pero esas campañas, que van claramente en beneficio de esos grupos y en perjuicio de la humanidad en su conjunto, no podrán ser efectivas sin la colaboración de los “tontos útiles”, que repiten esa cantinela de que eso del cambio climático es un invento de la izquierda para perjudicar al capitalismo de las grandes corporaciones. 

El informe de The lancet termina, por otra parte, de una forma concluyente: “Un creciente número de investigaciones científicas, sugieren que las dietas ricas en alimentos ultraprocesados son perjudiciales para la salud a nivel mundial, y justifican la necesidad de medidas políticas”. Pero con la Biblia hemos topado.

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